Es cerca del mediodía. Es un día frío de otoño pero soleado. Nos encontramos caminando en el distrito 6, por el boulevard Saint Germain de Prés y algo nos hizo detenernos a su altura 172. El lugar es atrapante, tiene algo de especial y nos llama la atención, por lo que decidimos entrar.
Se llama Café de Flore.
Su fachada está rodeada de plantas y vegetación, lo que hace que el lugar sea aún más encantador. Nos atiende un mozo muy amable y nos ofrece un lugar afuera donde según él podremos ver la vida pasar. Nos encantó lo que nos dijo y aceptamos gustosamente. Lo agradable de esas mesas es que también se puede observar a través de la ventana todo su interior.
Una de las chicas dice en voz alta: "claro con tantas plantas y flores como no se va a llamar así el lugar", pero el mozo le dice por lo bajo: "No, el nombre se debe a una estatua de la diosa Flora que estaba ubicada en una plaza cercana."
Nos llama poderosamente la atención que del interior del lugar emana un olor a tabaco y alcohol refinado y decimos ¡qué raro!, si adentro no se puede fumar…
El ambiente tiene una atmósfera de tinte intelectual, las personas hablan con una dialéctica pulida y muy profunda, es así que de una mesa cercana logramos escuchar a una persona que dice : ”rechacé este premio Nobel porque no tolero que las instituciones sean intermediarias con mis lectores” Si, era nada menos que Jean Paul Sartre que tenía un libro apoyado en la mesa titulado “El ser o la nada”.
A su lado se encontraba Simone de Beauvoir, quien era su pareja y se encontraba resplandeciente, se la notaba una mujer con muchas convicciones, por algo se destacó en la lucha feminista. También los acompañaban Albert Camus Y Maurice Merleau-Ponty con quienes crearon la revista tiempos modernos que fue un referente político y cultural del pensamiento francés de mitad del siglo XX. Recuerdo que Camus recibió el premio nobel de literatura en 1957. Algunas de sus obras fueron "El Extranjero", "Calígula" y "La Peste", seguramente vos recordarás muchas otras.
Cuando no podíamos salir de nuestro asombro por lo que estábamos viviendo, pudimos observar a un señor que se instaló en una mesa como si fuera su escritorio… es Guillaume Apollinaire, quién comenzó a dibujar un caligrama con forma de la torre Eiffel. A su costado se encontraban unas cuantas revistas apiladas tituladas “Les Soirées de París” y “le Divan” . En ese momento recordé que creó con otros poetas la corriente dadaísta. El surrealismo en ese lugar florece por todos lados.
Mientras degustábamos nuestra sopa de verdura, con una quiche Lorraine y unas tostadas con queso de cabra caliente, comenzamos a ver como los flashes de los paparazzis alumbraban el interior del bar para fotografiar a las mujeres en París destacadas de los años 60, Jane Fonda y Brigitte Bardot, que estaban acompañadas por Alain Delon y Belmondo.
También pudimos observar que en la otra punta del bar se encontraba montada una pequeña pasarela donde estaban desfilando los modelos top de ese momento para exponer la moda de vanguardia y no era para menos, los críticos de la moda que estaban allí eran Ives Saint Laurent y Pierre Bergé, Rochas, Givenchy, Paco Rabane, Guy Laroche, entre muchos otros.
Ya exhaustas de tantas emociones, advertimos que Picasso se encontraba sentado en la segunda mesa, frente a la entrada principal, en compañía de sus amigos Modigliani y Soutine. Lo particular es que bebía solamente agua mineral, además de conversar con sus amigos y nos llamó la atención como analizaba a la gente que no lo miraba directamente.
Ya casi sin aire de convivir esos instantes inolvidables con tantas celebridades, me dirijo al toilette y me deslumbra el interior del bar que está decorado con un arte deco que lo hace muy distinguido. El color rojo de sus sillones contrasta con la madera de caoba de sus muebles y los espejos resplandecientes.
Pero lo impresionante es me encuentro en el camino con Ernest Hemingway, me mira a los ojos y me dice “Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará vayas donde vayas, todo el resto de tu vida.” ¡Casi me desmayo de la emoción! Y qué verdad tienen sus palabras… ¡Ni la distancia, ni el tiempo me ha alejado jamás de esta ciudad!
Ahora entiendo porque el Café de la Flore fue quizá el más importante de todos los cafés de la década de los 50 en un París revolucionario y rebelde…
Pagamos la cuenta y con nuestra alma cargada de emociones y vivencias salimos a la calle enriquecidas en busca de más experiencias en una ciudad que no deja de sorprendernos.
Algunas dirán que tengo mucha imaginación pero ahora somos varias las que vivimos lo mismo...
Esto es lo que te ofrecemos si vienen con nosotras, magia, arte, belleza para tu alma y muchas emociones que te quedarán vibrando dentro tu corazón para toda tu vida.
Por algo para Hemingway "París era una fiesta…"
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