Me encuentro caminando en el distrito VI de Paris, por el boulevard Saint-Germain-des-Prés. Estoy a la altura 6, cuando de repente me llama la atención un bar que se llama Les Deux Magots. Me dejo llevar por su nombre y me pregunto si será un lugar que hacen algún espectáculo de magia y me ilusiono, pienso y exclamo ¡Vamos, más magia en Paris!

Hace un tiempo recordarán les conté mi experiencia en el café de Flore, y como leí muchas recomendaciones de Uds. sobre este café decidí entrar.

Lo primero que me llama la atención son dos estatuas que se encuentran ubicadas sobre las columnas. Las comienzo a mirar y me quedo absorta y deslumbrada porque algo de ellas me llaman la atención. En ese momento llega un mozo vestido de negro y muy amablemente me ubica en una mesa frente a una ventana y me dice: "Madame, allí podrá ver la vida pasar y a través del tiempo..." me quedó mirándolo porque sus palabras comenzaron a retumbar en mi cabeza.

Mientras vamos caminando casi me tropiezo porque torpemente sigo mirando las estatuillas y le digo: "que lindos los magos" y así es como el mozo me cuenta que son verdaderas figuras chinas que vigilan el lugar y quedaron como vestigio de la antigua tienda. Representan a dos sabios seguidores de la filosofía de Confucio y no son magos, como muchos creen, con lo que mi primer idea se derrumba. El mozo me ve la cara de decepción, porque perdí mis expectativas de encontrar magia en el lugar, y me sigue explicando que el origen de esas piezas se remonta a la época en la que se creó la tienda que precedió al café y donde eran común los objetos chinos. Y da la casualidad que a esa fecha se había representado una obra de teatro llamada Los Deux Magots de China. De ahí derivó el nombre del local.

Interesada por tantos comentarios interesantes, le pido una taza de chocolate acompañado de unos macarons. El lugar es encantador, la ventana es una invitación para ver la gente pasar, sin embargo mi vista seguía perdida en las estatuas, a las que aún sigo encontrando mágicas, cuando de repente una música de jazz endulza el lugar que comienza a oler a tabaco y se abre en mi mente un ambiente exquisito donde se puede sentir un verdadero lugar de encuentro de ilustres.

Es así como siento un pequeño mareo y cierro los ojos unos segundos... hasta que el fragor de las charlas que escucho me hace abrirlos rápidamente. No saben cómo fue mi asombro cuando me veo envuelta en otra época llena de pensadores, escritores y filósofos. Es así como logro identificar a ciertos clientes del lugar.

El ambiente que descubro tiene un tinte progresista conforme al diálogo de las personas que juntas miraban la vida pasar a través de las ventanas. Sus temas estaban vinculados a distintos valores como ser la libertad, la solidaridad y la igualdad, pero el nivel de pensamientos eran tan elevados que ante mi sorpresa me costaba mucho seguir.

Lo primero que me llamó la atención es que en un rincón y en penumbras se encontraban semi escondidos un grupo de personas que conversaban muy sigilosamente, el mozo muy atento me dice "no los mire porque se sentirán perseguidos, terminarán yéndose y los perderemos como clientes" y luego más despacio me dice "son personas que utilizan el lugar para poder reunirse en forma clandestina para no ser descubiertos por la ocupación alemana"

Luego me pierdo en el murmullo de los comensales que estaban conversando animadamente y logro advertir por su vestimenta a ciertos viajeros mezclados entre ellos que escuchaban y observaban sorprendidos sus tertulias, los admiro por estar en ese lugar viviendo momentos únicos que la vida te da, y me siento reconfortada de no ser la única que se encuentra disfrutando de tal acontecimiento.

De repente, levanto mi mirada y puedo divisar en otras mesas distintas personalidades como Ernesto Sábato, Elsa Triolet, André Gide, Jean Giraudoux, Picasso, Fernand Léger, Jacques Prévert, Hemingway, Sartre, Simone de Beauvoir, André Bretón, Paul Verlaine, Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Saint -Exupéry y Albert Camus, entre muchos otros.

Mis ojos no paran de asombrarse con lo que ven y mi corazón no para de latir desenfrenadamente.

Cuando comienzo a saborear el exquisito chocolate, vuelvo en sí a formar parte de la realidad, que me deja perpleja ante tantas sensaciones vividas. Cuando el mozo me acerca la cuenta, me comenta que es tan importante el vestigio cultural que dejó el lugar, que hasta el día de hoy se entregan anualmente los premios literarios deux Magots, mediante los cuales se reconocen a las personalidad destacadas, premio que se otorgó por primera vez en el año 1933.

Extasiada y feliz me levanto y antes de encaminarme hacia la puerta, miro con mayor respeto a las estatuas que cuelgan en lo alto...  respeto porque siento que ellas fueron testigos de tantas tertulias que realizaron escritores, filósofos e intelectuales a través de distintas épocas. Quien pudiera haber estado ahí, escuchando de boca de ellos y grabando sus palabras, sus pensamientos, vivir sus momentos... en verdad ahora entiendo porque si bien no son magos, en verdad tienen magia. Ellos estuvieron ahí, pudieron vivir momentos únicos con tantas personalidades ilustres y solo hay que mirarlos para que te contagien del encanto del lugar...

Algunos dirán que tengo mucha imaginación y yo solo lo que hice fue mirar a través los ojos de las estatuas, ya que ellas vivieron y sintieron todo lo que les relaté.

Ahora que sé lo que es ese lugar les aseguro que volveré a entrar una y otra vez para poder vivir algún momento más intenso con alguno de los habitués del lugar.

No se porque me quede pensando en Hemingway, ¿será porque París era una fiesta?

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